HISTORIA ANTES DE DORMIR

Mis amigas golosinas y yo cogimos todo aquello que necesitábamos: una espada, azúcar con agua para mantenernos en nuestra linea y un transporta fuego. El transporta fuego era un artilugio que poseía el más viejo de la ciudad de las golosinas en este caso, lo cogimos prestado de mi abuela. Al tener todo listo para continuar, nuestra misión estaba a punto de empezar. Silbamos a un dragón para que nos llevase hasta el volcán de azufre donde allí tendríamos que luchar contra el cíclope. Mis amigas estaban asustadas yo, también. La razón de hacerlo era porque el ojo del cíclope contenía una poción que hacia que las golosinas pudiesen vivir durante miles de años, pero de esa poción no quedaba hace una década. Al llegar al volcán encontrábamos restos de golosina. Y allí se encontraba el cuerpo de mi padre sin vida por culpa de la lucha perdida contra el cíclope. Más asustadas que nunca desenfundamos las espadas nos pusimos el casco y pusimos por delante nuestro el escudo resplandeciente. Al llegar a la cueva de al lado del volcán allí estaba el cíclope esperando como no:
-¿Queréis mi ojo, no?- preguntó con seguridad.
-Sí, y lo vamos a obtener con lucha y con coraje- dijo la gominola más joven.
-¡Pues no lo conseguiréis!- exclamó e inmediatamente se puso de pie.
Yo en aquel momento no lo recordaba tan grande como en las historias que me contaba la Vieja Tata.
-¿Como te llamas?- preguntó el cíclope. Y en aquel instante, recordé aquella historia de Ulises y el cíclope.
-Me llamo Nadie- le respondí.
-De acuerdo Nadie y ¿que es eso que lleváis en vuestras cantimploras?
-Agua con azúcar
Rápidamente el cíclope me la arrancó y se bebió la mía y la de todas mis compañeras. Al beberse todo, estaba tan puesto de azúcar que se desmayó. Era nuestra oportunidad, era la hora. Rápidamente le arrancamos el ojo y nos lo llevamos. Salimos por donde entramos y al ver mi padre estrujamos el ojo y el líquido cayó al fuego, el fuego de la vida, y hizo que mi padre viviese. Poco después el cíclope despertó y empezó a gritar: ¡¡NADIE DONDE ESTAS MALDITA BASTARDA!!
Al decir que era nadie todo ser que quería ayudar no podría ya que no fue nadie. Llegado a la aldea de las gominolas. Mis amigas y yo fuimos recibidas como verdaderas heroínas.


Comentarios